Eyaculación precoz

La respuesta sexual femenina coincide con la respuesta sexual masculina en que tiene un mecanismo bifásico, aunque por regla general es mucho más lenta y progresiva. Una respuesta vasocongestiva local, por un lado, regido por el sistema nervioso autónomo parasimpático, y un componente orgásmico que es fundamentalmente muscular, y que rige el sistema nervioso autónomo simpático. O dicho muy simple, tanto las mujeres como los hombres pueden excitarse independientemente de su respuesta orgásmica, o pueden también llegar al orgasmo, aunque este caso es más raro, independientemente de su excitación.

En el caso del hombre, la vasocongestión de los vasos sanguíneos del pene provocan una erección del todo visible. No hay confusión posible sobre esta respuesta sexual. En el caso de la mujer, la excitación no es tan visible, aunque se acompaña de una respuesta clara para quien sabe leerla. La respuesta vasocongestiva en la mujer se caracteriza por una lubricación vaginal, la hinchazón y coloración de las paredes vaginales, y del cuerpo en general (lo que se llama ponerse roja) y la formación de la plataforma orgásmica al producirse la elevación del útero. Como regla general, el proceso vasocongestivo y la excitación subsiguiente es mucho más lenta que en el hombre y requiere de más tiempo y dedicación. Aunque no en todos los casos.

En cuanto al componente orgásmico, tanto de la respuesta sexual masculina como femenina, consiste en una contracción espasmódica e involuntaria de los músculos genitales. La situación de estos músculos varía en la anatomía del hombre y la mujer. También, al igual que cuando hablamos de la respuesta sexual vasocongestiva, la respuesta sexual orgásmica femenina es más gradual y más lenta. La excitación en la mujer va como a olas de distinta intensidad y grado, mientras que en el hombre sigue más bien una lógica lineal ascendente hasta que culmina bruscamente, necesitando un tiempo variable de reposo y recuperación. A modo general diremos que las fases objetivas de deseo, excitación, meseta, orgasmo y resolución difieren notablemente en una mujer o en un hombre en grado, velocidad, y ritmo.

Como es lógico, la inhibición o el bloqueo del componente orgásmico en el hombre produce la aneyaculación y/o la eyaculación retardada, mientras que en la mujer produce lo que se conoce como síndrome de inhibición orgásmica. Por otro lado, la falta de control del reflejo eyaculatorio u orgásmico es lo que se conoce como eyaculación precoz.

La eyaculación precoz  es junto con la disfunción eréctil, la disfunción sexual más comunes y que mas hondamente toca la autoestima masculina, poniendo en tela de juicio el estereotipo de la potencia sexual asociada al macho. Para entender la necesidad de cuestionar esta arraigada mitología que se inserta en lo más profundo de la psique masculina es necesario explicar dos factores involucrados en el mecanismo de la eyaculación. El primero es estrictamente genético y fisiológico. El segundo es histórico y socio-cultural.

Biológicamente, el macho está diseñado para eyacular lo antes posible por una mera cuestión de supervivencia. El sistema nervioso autónomo simpático es  el responsable de producir en el cuerpo un estado de alerta máxima, y por consiguiente, un estado fisiológico determinado, para estar preparado para responder a cualquier eventualidad. Así, ante cualquier amenaza como el ataque de un depredador o la necesidad de defender el territorio ante la incursión de otro macho, el sistema nervioso autónomo simpático empieza a segregar un conjunto de respuestas neurológicas, vasculares, hormonales, tales como la dilatación de la pupila, el aumento del riego sanguíneo y del pulso cardiaco,  la segregación de adrenalina, la subida de la testosterona en sangre, primando las funciones que nos permitirán sobrevivir llegando el caso. El mecanismo de eyaculación misma y la respuesta orgásmica están regidos por el mismo sistema nervioso autónomo simpático que garantiza la preparación fisiológica para la supervivencia. Este es el primer dato importante a tener en cuenta. El diseño genético del mecanismo de la eyaculación.

El segundo factor que no se puede obviar es el proceso de socialización al que fue sometido esta respuesta, haciendo posible la complejización de la respuesta sexual humana en lo que ahora ya se conoce como sus cinco fases: deseo, excitación, meseta y orgasmo y resolución. Conforme la socialización humana se hizo más completa y la supervivencia de la especie dejó de depender de la hipervigilancia del macho, la respuesta sexual pudo desvincularse de su función procreadora para desplegarse en su dimensión más erótica. Otra cosa es que la dimensión erótica de la mujer, es decir, su mayor complejidad en la respuesta sexual comparada con la del macho, no se empezara a tener en cuenta hasta finales del siglo XIX, con la eclosión de los primeros movimientos feministas. Sin embargo, antes incluso de esta reivindicación, aunque fuera por otros motivos no ya directamente genéticos, el ars amandi en cuanto tal fue siempre subyugado a los deseos y necesidades puramente masculinas, que seguían utilizando básicamente el sexo como descarga.

Hoy en día obviamos que la mayor parte, sino toda la historia sexual humana se ha movido,  teniendo en cuenta solo las necesidades sexuales del hombre,  entre las fases de excitación y orgasmo, sin saber apenas nada de las fases de deseo y de meseta, y de la complejidad que estas ya tienen en sí mismas. Y en cierta medida, el mundo de la sexualidad en general y de la sexología en particular le deben a la reivindicación de las necesidades sexuales femeninas la profundización en la complejidad y la riqueza de la respuesta sexual no sólo femenina sino masculina.  Así que, en resumen, la obsesión, que históricamente es bastante reciente, por complacer a la mujer, nos ha hecho el favor a todos de poder experimentar y profundizar en la dimensión sexual de cada fase del ciclo de la respuesta sexual

Dicho esto, podemos empezar a comprender la disfunción de la eyaculación precoz, -algo no solo completamente funcional desde un punto de vista biológico, en el que el macho debía preñar a cuantas más hembras en celo mejor,  sino social, al fijar roles adaptativos que durante mucho tiempo garantizaron nuestra supervivencia-, como, digamos, una reminiscencia de una respuesta adaptativa que no ha evolucionado, por unas razones o por otras, lo suficientemente bien en todos los individuos.

No quiere decir esto que defienda una etiología genética de este trastorno, como hacen algunos estudios, sino que mi intención es solo contextualizarlo. Esta reminiscencia sigue provocando, aunque no encontremos ninguna etiología directamente fisiológica u orgánica, como podría ser el caso de una patología prostática o una lesión medular en la inervación responsable de la respuesta orgásmica, un tono simpático demasiado elevado que les hace fisiológicamente imposible mantenerse por demasiado tiempo en la fase de meseta. Fuera de la respuesta orgásmica, todas las anteriores: deseo, excitación y meseta están regidos por el sistema nervioso autónomo parasimpático, que es el mismo responsable de que todas las funciones de los órganos se realicen correctamente. La contracción de la vejiga o del esfínter, la motilidad intestinal y estomacal, la contracción de los bronquios y de las pupilas, la reducción del ritmo cardiaco y la dilatación de las arterias (sin la cual, por ejemplo, la erección no sería posible), la estimulación del flujo de saliva, etc, están regidos por el parasimpático. Es lógico que este sistema controle también la respuesta eréctil y excitatoria tanto en el hombre como en la mujer, donde se requiere de cierto grado de relajación y que se bloquea cuando sufrimos ciertos niveles de ansiedad que estimulan la respuesta simpática.

Así pues, la activación a destiempo o disfuncional, es decir, sin necesidad alguna, y sólo por una ansiedad anticipatoria, del sistema simpático, puede tanto imposibilitar una erección, como hacer que un hombre eyacule mismo sin tener una erección, o al poco de tenerla. Esto se debe a que el sistema simpático inhibe todas las funciones que no se vean implicadas o que dificulten  una respuesta instintiva de supervivencia. Así la inhibición de la motilidad intestinal y del estómago, la dilatación de los bronquios, la aceleración del pulso cardiaco, la contracción de las arterias, la inhibición salivar, la dilatación de las pupilas, y la secreción de adrenalina y noradrenalina las rige el sistema simpático. Exactamente lo mismo que el reflejo de eyaculación y la descarga orgásmica en el que se dan muchas de estas características que he mencionado.

Es preciso entender perfectamente esta respuesta disfuncional cuando supuestamente debería pasar otra cosa, porque de entre todas las posibles causas y etiologías psicógenas y psicosomáticas que se han propuesto como causa de la eyaculación precoz, esta, el elevado tono simpático ante un encuentro sexual,  es de las pocas cosas en las que los clínicos nos ponemos de acuerdo. Esta, y obviamente en que hay, sea por la razón que sea, una falta de control del reflejo del mecanismo orgásmico, teniendo en cuenta que este control se ha conquistado por la especie a través de un proceso de socialización, más no biológico. Ningún niño nace sabiendo controlar el reflejo de micción o el esfínter. Es algo que se aprende en cuanto aprende a reconocer la sensación de una vejiga llena y etc.  Otras  posibles causas de la eyaculación precoz, como si se debe a una excesiva sensibilidad o insensibilidad del pene ante la excitación y las sensaciones eróticas,  aún se debaten dentro de la Sexología.

En cuanto a la definición exacta de en que consiste la eyaculación precoz tampoco hay consenso en la práctica clínica. Algunos profesionales establecen los criterios diferenciales por el tiempo y otros por la cantidad de empujes que se logra realizar dentro de la vagina. Pero estos dos datos no terminan de definir correctamente el término eyaculación precoz, sobre todo porque no tiene en cuenta el factor pareja, sus necesidades, etc, pues está claro que lo que puede satisfacer a una pareja no satisfará a otra. Aunque mismo así, hay ciertos criterios objetivos para empezar a hablar de eyaculación precoz en cuanto a tiempo y empujes se refiere. Una de las definiciones que más me gustan porque ha sentado las bases de una clasificación que tiene en cuenta los factores transaccionales, es la de Master & Johnson, dos pioneros en la investigación psicosexual, y que definen la eyaculación precoz cuando el hombre no es capaz de hacer llegar al orgasmo a su compañera en más del  50% de las veces. Sin embargo esta definición tampoco es satisfactoria porque dependerá  también tanto de las necesidades de su compañera como de su nivel de respuesta sexual y capacidad orgásmica.

El único criterio objetivo que se puede usar no es el tiempo, o la situación, si el hombre eyacula antes incluso de entrar en la vagina o al poco de entrar (aunque esta situación ya hable de una incapacidad de controlar el reflejo eyaculatorio), sino su incapacidad para reconocer y/o controlar las sensaciones propioceptivas que preceden al reflejo eyaculatorio durante el tiempo suficiente para que ambos participantes disfruten de la relación sexual. Lógicamente este “tiempo suficiente” variará dependiendo del compañero. En situaciones en la que la mujer tiene no sólo una gran capacidad orgásmica, sino una demanda y una necesidad de llegar a ella a través del coito, la cosa se complica. No afecta al tratamiento, pero si a los niveles de ansiedad y de stress. A la hora de reconocer y afrontar este problema se hace necesario analizar esta demanda así como el comportamiento de hombre con otras parejas anteriores así como su nivel de satisfacción.

En muchas ocasiones la eyaculación precoz no se presenta sola, sino que concurre con  o incluso oculta una disfunción eréctil secundaria.  La razón de esta hipótesis también comprobada en clínica es el hecho de que el hombre que padece de eyaculación precoz necesite estar  y mantenerse en un estado de hiperexcitación para que se produzca el encuentro sexual. En la mayor parte de los casos, cuando esta hiperexcitación no se produce, el resultado es ausencia de excitación y de capacidad erectiva. Por lo contrario, cuando esta hiperexcitación se produce la erección se mantiene, aunque por muy poco tiempo, pero se adelanta el reflejo eyaculatorio al ponerse en marcha el sistema autónomo simpático que caracteriza tanto la hiperexcitación como la eyaculación.

Es decir, el hombre con una disfunción eréctil secundaria necesita hiperexcitarse para que haya una respuesta erectil, pero para que se produzca esta hiperexcitación se produce un cambio del sistema parasímpático que rige la erección y otras funciones vasocongestivas fisiológicas, al simpático que rige la eyaculación y otras respuestas vasodilatadoras fisiológicas, con el consiguiente resultado de pérdida de la ereccción y/o de anticipación eyaculatoria.

En los casos de concomitancia entre una disfunción eréctil que concurre con una trastorno de eyaculación precoz, tanto la falta de erección como de control eyaculatorio está completamente vinculada a un alto nivel de ansiedad anticipatoria.  Normalmente se detecta en esta ansiedad una particularidad que no tiene tanto que ver con la capacidad de contener el orgasmo como con la incapacidad de mantener la misma erección y potencia sexual. En el mejor de los casos parece una problemática dual y concomitante. La falta de control o reducido control se debe a una ansiedad anticipatoria de querer o necesitar estar sobreexcitado so riesgo de perder el potencial de erección. De alguna forma es como si el hombre se hubiera acostumbrado a estar en un estado de hiperexcitación simpática para poder funcionar sexualmente, como si tuviera miedo o no hubieras aprendido a funcionar de otro modo,  lo cual inhibe lógicamente la respuesta del sistema parasimpático necesaria para desenvolverte con naturalidad en todas las fases del ciclo de respuesta sexual  previas al orgasmo.

Todo esto está asociado a una incapacidad o falta de práctica de estar relajado frente a una situación sexual, por lo que se hace necesario investigar en la propia historia psicosexual para ver qué factores han podido ser los desencadenantes. Por lo general, se suele observar una incapacidad para relajarse, un  abuso sistemático del sistema simpático y una forma de estar en la vida hipervigilante, en estado de alerta, que suele dejar agotado, y no solo sexualmente hablando.

En cuanto a la clínica de la eyaculación precoz, no es algo fácil de definir porque viene combinada con otros posibles trastornos.  Al igual que otras disfunciones puede ser primaria (es lo mas raro) o secundaria, general (también mas rara) o situacional, leve, intermedia  o severa (casos mas aislados).  La etiología de la eyaculación precoz es variada, tanto cuando se presenta sola como cuando viene asociada con otro trastorno. Por lo general se detectan causas que pueden ser socio-culturales, conductuales, psicógenas y relacionales, en ocasiones varias a la vez. Los factores precipitantes que se encuentran con más frecuencia en el caso de una disfunción situacional y secundaria son los relacionales,  como problemas en la pareja o guerras de poder, aunque suele haber otros factores predisponentes de fondo, de índole conductual o socio-cultural.  En cambio, los factores que se encuentran en el caso de una disfunción primaria y/o generalizada suelen ser de naturaleza más psicógena, como una depresión crónica no tratada o creencias o complejos sexuales muy arraigados,  aunque también influyen mucho otros factores de índole mas socio-cultural o conductual. Así por ejemplo, una de las prácticas mas frecuentemente relacionadas con la eyaculación precoz la práctica de masturbación pobre y rápida, ejecutada deprisa y claramente enfocada a la obtención de una descarga orgásmica rápida pero poco satisfactoria. En la mayoría de los casos esta práctica deficiente de la masturbación encuentra su inicio en actitudes escondidas y/o prohibidas en la adolescencia y pasan a incorporarse a los primeros encuentros sexuales con un alto índice de ansiedad anticipadoria. Otra de las prácticas  que ha empobrecido los ciclos de la respuesta sexual es el uso cada vez mas frecuente de la pornografía como modelo de sexualidad estereotipada.

En la mayor parte de los casos el  tratamiento de la eyaculación precoz, venga o no venga asociada a otros trastornos, se enfoca priorizando el objetivo del control del reflejo eyaculatorio, a través de la disminución del tono simpático y del estado de alerta. Lo primero y prioritario es reaprender a relacionarse con la ansiedad de ejecución, disminuyendo la necesidad de estar sobreexcitado para funcionar sexualmente, de cara a ser capaz de excitarse desde un estado de relajación que facilitará la intervención del sistema parasimpático y por lo tanto propiciará la erección, controlada por él.

Como tratamiento se proponen unas prácticas destinadas a desgenitalizar la sexualidad, y amplificarla,  haciéndola más receptiva a las sensaciones eróticas corporales y a toda la información sensorial. Para eso se pone el énfasis en rebajar el tono simpático cortical a través del mero disfrute de la sensaciones eróticas, pero sin querer llegar a ningún resultado.

La práctica erotológica como profundización en la propia sensibilidad erótica resulta fundamental en este trabajo, junto con unas tareas concretas destinadas a ganar control específico sobre el reflejo eyaculatorio a través de un trabajo de desensibilización u exposición sistemática.

El objetivo final es ser capaz de disfrutar y prolongar todas las fases del ciclo de la respuesta sexual, en especial aquellas que no están potenciadas, como la de deseo o de meseta, quitándole importancia a las fases de excitación y de orgasmo, hasta que poco a poco las vivamos de una forma equilibrada, pudiendo elegir con total libertad el tiempo y el contenido de cada una de ellas.

Si la eyaculación precoz es fundamentalmente primaria y/o generalizada con una etiología psicógena y/o conductual se realizará un trabajo psicoterapéutico adaptado a las causas predisponentes que se encuentran en la raíz de la problemática, a la vez que se realizan las tareas destinadas a potenciar la capacidad erótica y desensibilizar y exponer los focos de tensión hasta que puedan experimentarse de una forma orgánica y relajada.